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Mostrando entradas de diciembre, 2020

Felices fiestas

Siempre le habían dicho que ver caer los copos de nieve mientras uno estaba tumbado en el suelo era una de las cosas más bonitas que existían. Sin embargo, a Diann lo único que aquellos copos hacían era molestarle al derretirse sobre su barba. Algunos también se convertían en agua sobre sus pestañas y descendían sobre sus mejillas como si de lágrimas se tratase. Había sido todo un sacrificio volver a casa por Navidad. No sentía armonía alguna en aquellas fechas y cada “felices fiestas” se le atragantaba más que el anterior. Ni siquiera las galletas de jengibre mejoraban su humor desde el estómago. Hacía tres años que su hija Iris había muerto en un accidente de coche. Dos y medio desde que se había largado a perderse por África ayudado únicamente por su sentido común —algo escaso en aquella época— y la última brújula que le había regalado la niña para seguir aumentando su colección. Después de volver al interior de la casa de su madre, mientras hundía la nariz entre un arreglo...

Un asunto de riñas familiares

Lo habían mandado a rellenar los papeles de la denuncia y odiaba aquella tarea. Acababa de cumplir dieciocho años y ya había dejado su firma cinco veces en el banco y otras cuatro en cosas de la universidad. Convertirse en adulto se le estaba quedando grande, odiaba las responsabilidades que venían con la mayoría de edad cuando todavía su cerebro ni siquiera había asumido del todo la información del instituto (¿cuál de todos era el triángulo acutángulo ?). Tampoco pasar la aspiradora se había convertido para él en una necesidad o un pequeño placer al final de la semana. Los papeles de la denuncia, en eso estábamos. Todo aquello venía de una vieja riña familiar en la que cualquiera aprovechaba cualquier tontería para ponerse un paso por delante de otro. En esa ocasión, sus padres habían aprovechado que un viejo reloj de plata (herencia desde hacía muchos más años de los que nadie podía recordar) se había roto para llevar la disputa al siguiente nivel. La situación había sido la sigu...

El nuevo demonio del aquelarre

La búsqueda de trabajo cuando tienes cuarenta y tres años y ya llevas mucho tiempo en paro es un trabajo tedioso . Sobre todo, cuando te has dedicado a ser un espía de dudosa moral durante la mayoría de tu carrera laboral y ya no puedes ejercer por culpa de una lesión de rodilla que te obligó a retirarte. Te colocas frente a la pantalla de tu ordenador, vas consultando una oferta detrás de otra para trabajos nada idílicos y mal pagados y el aburrimiento se te antoja sempiterno , casi desearías estar navegando al lado de Caronte . El inframundo sería mucho más entretenido que buscar empleo. Los primeros bostezos te avisan, los siguientes te amenazan y luego ya no profieres más porque te has quedado dormido con la frente sobre el teclado. Así fue cómo conseguí mi trabajo actual. Con las teclas presionadas por un flequillo lleno de canas y mal cortado. Mi empleo es casi tan peculiar como la forma en que lo obtuve, no hay dudas tampoco de que es mucho más gratificante que servir copas a me...

La fiesta de disfraces más macabra de la historia

Siento las venas arder, como si en lugar de sangre fluyese gasolina por ellas. Siempre fue así, nunca contuve demasiado el impulso, pero que tú llegaras fue el terrible detonante. Tuvimos cuidado, al principio, y luego perdimos el control como maníacos. Las yemas de tus dedos rozan los míos y toda mi piel se prende de repente. Me despierto de golpe, desorientado, con la mente nublada por los sueños que me han estado perturbando. Me seco la frente con el trozo de tela que cuelga de mi turbante. Todavía me siento como si algo ardiera en algún lugar que no puedo identificar por culpa del dolor de cabeza que me obliga a girarme sobre mí mismo. Me doy cuenta de que estoy sobre una alfombra, la alfombra del salón de actos. Como por arte de magia recuerdo parte de lo que sucedió anoche. Al ver el resto de cuerpos a mi alrededor, mis ojos repiten la escena con claridad: poco a poco todos caen sobre el suelo, como un efecto dominó, con las capas ondulando tras ellos, con las alas clavándoseles ...