Cían

Su talón de Aquiles era casi lo mismo que su peor fantasma del pasado. Aquel fatídico año entró septiembre con sabor a tempestad. Empezó con una de las peores noticias que se le podían dar en aquel momento: la lucecita de la impresora que llamaba la atención sobre la falta de tinta cían se había encendido en un amenazador color rojo.

Él, que había estado escuchando todos los días las noticias religiosamente a la hora de la cena, salió en batín de casa y zapatillas a la calle en una carrera frenética hasta una pequeña librería que había a dos esquinas de su edificio. La última vez que la había visto abierta tenían puesto un cartel enorme anunciando un cierre próximo, nadie compraba ya en los negocios locales.

A punto estuvo de caerse cuatro veces en los pocos metros que lo separaban de la puerta de aquel negocio. Seguía abierto, miró la fecha en su reloj para comprobar en un suspiro que darían su cierre definitivo al día siguiente y entró con el sudor resbalándole por la frente. Si no se encontrase en medio de una terrible situación, se habría quejado de que tuvieran el cartel torcido; no soportaba lo oblicuo, él necesitaba horizontales o verticales, no intermedios. El mundo estaba ya en una época en la que se garantizaba la perfección y la armonía de las líneas.

Había señalado al dependiente de pelo cano que necesitaba un cartucho de tinta cían y se le había caído el alma al suelo cuando le había informado de que estaba agotada. Hasta allí había llegado el cambio. Hasta los negocios locales en los que ya nadie entraba.

De nuevo en su apartamento, sentado en medio del gran salón apenas amueblado, se encogió sobre sí mismo y se abrazó las rodillas acosado por la solitud.
Hacía semana y media que la tinta había comenzado a desaparecer de forma cabalística. Los recuerdos en papel comenzaban a obtener un valor incalculable no por su calidad de recuerdo, sino por la actual escasez de los materiales con los que estaban hechos. Y por un par de motivos más, ¿qué sentido tenía fiarse de recuerdos digitalizados susceptibles de ser manipulados en cualquier momento?

Su talón de Aquiles era casi lo mismo que su peor fantasma del pasado. Nunca había tenido afán de guardar cosas en físico y la mala memoria siempre le había jugado malas pasadas. 

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